Donde Habito
Octubre, 2018
Donde habito, desde hace cuatro años (en la torre 5 de la remodelación San Borja, eje importante de Santiago centro), están dos de los servicios que más adolece y necesita el país: salud y educación: La posta central, la clínica de la Universidad Católica, la Facultad de Arquitectura, la Facultad de Economía de la Universidad de Chile, la Casa central de la Universidad Católica.
En el sector de avenida Portugal por donde transito más a diario, se ubican locales comerciales, dos supermercados: Santa Isabel en calle Diagonal Paraguay, y Unimarc que está pasado calle Marcoleta al llegar a Alameda. Está el Banco Santander frente al Santa Isabel. Hay farmacias por toda la avenida, y la botillería y almacén que están bajo la torre 5 miran a la Plaza El Pedregal.
Para mí, aún es agradable caminar todos los días por mi barrio, camino a calle Jofré a comprarle comida a mis gatos, y a veces a donde mi amiga Paty en calle Fray Camilo Henríquez con Viollier, pero el tramo que más uso de lunes a viernes, es cuando voy a mi taller por las tardes: Cruzo pasando la torre 4 donde está la librería de arquitectura hacia la placita que rodea la torre 3, para pasar por la entrada al metro Universidad Católica y de ahí cruzar y caminar por calles Lastarria, Merced, José Miguel de la Barra y Monjitas para llegar a la esquina de Mac Iver. Mi padre me sugiere siempre volver más temprano, encuentra peligroso que regrese sola, él vive en la comuna de La Florida, le han robado tres veces su auto fuera de casa. Tiene alarmas, subió el cerco. Donde vive es un barrio bonito residencial.
Siendo precavida, evito casi siempre caminar por Alameda de noche, mis hijos también y acortamos camino zigzagueando por los lindos sectores que relaté hasta llegar a la entrada de la torre 5. Por estos sectores, sólo he visto fuera del metro Bellas Artes personas que también viven en la calle. En Lastarria he visto a veces a alguien pedir dinero fuera de la iglesia. Cuando camino de regreso a eso de las 10 de la noche a mi hogar, todo Santiago cambia, el supermercado a veces está por cerrar, evito cruzar por la torre 3 y pasar por esa mini placita que está cerquita de la entrada al metro Católica. Casi siempre ese paso está a oscuras. Casi nunca decido pasar por la entrada hacia esa placita y paso por la entrada del lado derecho de la torre, donde cruzan más personas por una escalera bien pequeña, también a veces oscura. Toda la antesala al ingreso al metro está a oscuras. Son raras las veces que se ve iluminación. Eso genera inseguridad, y a veces no pasa nada, es la sensación la que perturba.
Así que a veces me doy la vuelta larga, y paso por Portugal y entro por las escaleras grandes para cruzar por la Plaza hacia la torre 5. Mis hijos optan por lo mismo.
Camino por el medio, las personas que duermen bajo el techo del supermercado habitan ahí, a veces está todo tranquilo, el viejito solito con su carro, otro con colchones, y a veces un par de carpas, en otras no está tan tranquilo, y hay gente en la plaza bebiendo, riendo, hablando fuerte, llamando la atención, si fuera España, se llamaría botellón, estaría de moda y no llamaría la atención de nadie.
Pero estamos acá, en Chile, en esta plaza de cemento de Santiago, donde a veces se escuchan peleas, donde he visto violencia, en este lugar que podría ser más cultural y productivo, tan variopinto, como se ven los fines de semana con los chicos que bailan k-pop, y que pareciera tuvieran un acuerdo implícito con las personas que viven bajo el techo del supermercado, porque en el día acomodan sus colchones, guardan sus carpas, y estos chicos bailan sin parar bajo el mismo techo. Mientras otros vecinos colocan un cordel desde la pasarela para jugar voleibol, y lo único que se escucha durante el día es eso, juego y baile. Pero parece que hay personas a las que también les molesta aquello.
Esto lo digo, porque el lunes 22 de octubre recién pasado, fui a la reunión con el alcalde en la torre 12 de la remodelación San Borja, donde se trataron distintos temas, una especie de mini rendición a la comunidad. Después algunos vecinos pudieron hacer sus consultas por micrófono, y para mi sorpresa, vaya, aún no puedo encontrar normal opiniones de personas que dicen sin remordimiento que para lograr erradicar a los que viven en la calle, inundan el suelo con agua y después con cloro, ¿Qué mentalidades surgen a nuestro alrededor como los dichos de otra vecina molesta sobre la entrega de carpas tan lindas a las personas indigentes (si, esa palabra que gusta tanto decir a las personas decentes), que ya se las quisieran. Hasta qué punto las autoridades no toman en serio y adoptan medidas efectivas, para que vecinos no caigan en la desesperación y tomen medidas poco lúcidas con respecto al problema generalizado del tema seguridad.
Varias torres han decidido agruparse y cerrar sus espacios comunes desde hace años. Imagino que la sensación de inseguridad era parecida a lo que ahora sucede en el emplazamiento de la Plaza El Pedregal. Tal vez fueron de a poco los vecinos colocando un perímetro de rejas, para ir desplazando a los que perturbaban su tranquilidad. Y es eso, se va desplazando. Pienso en el barrio y lo complejo de poder gestionar pensando en el bien común, pensando a largo plazo y no en el corto, colocando cercos y más rejas.
Es difícil imaginar que lo que perturbe por arte de magia desaparezca, está siendo muy utópico soñar con una buena educación para los sectores más vulnerables, un buen servicio de salud mental estatal, que vele por las personas de la calle y reinserción laboral.
Pienso la Plaza iluminada, imagino una biblioteca comunitaria debajo del techo del Unimarc, que la botillería cierre más temprano, que la venta de alcohol en los supermercados también terminara antes, imagino la plaza verde.
Donde sigo habitando
7 años después
Hay rejas por toda la manzana, se eliminó la botillería, a petición de varios vecinos, un par de vecinas bajan diariamente a las 21:00 a cerrar las puertas de la gran reja, porque lograron con la municipalidad los votos y el dinero para instalarlas. Me uní al grupo de whatsapp de los vecinos recién este año, evité hacerlo por tanto tiempo. Aunque hay rejas, pareciera que nunca se conforman, algunos vecinos cumplen el rol natural de vigilantes, denunciantes y alarmantes. Son voluntariosos.
Ya no baila nadie en la plaza, menos jugar a la pelota, menos ver grupos reunidos por más de media hora. La remodelaron hace unos años, hay más cemento y se inunda en invierno. Ante cualquier sonido de manifestación, alertan y bajan a erradicar posibles entradas al espacio enrejado y público. Cerró el negocio de reparación de ropa, se instalaron locales de comidas rápidas, cafeterías y colaciones.
Siempre van rotando los grafitis y murales, desde siempre. Ahora, imagino, que todo ese baile y juego de niños suceden en el parque del lado, que también hace años está enrejado y que se cierra a la misma hora. Ahí, años atrás, mataron terriblemente al joven Zamudio. De noche, una vez a la semana, se escuchan bengalas o petardos, ¡llegó la droga! le digo a mi hijo en son de talla, normalizando el tráfico. Mis padres se fueron a vivir a la costa de San Antonio. Mi taller ahora está en donde habito. Voy a la feria de Jofré viernes por medio antes de almuerzo. Mi amiga Paty se fue a vivir a Huilo Huilo, al sur de Chile. Hace unos meses estoy de pasante en el departamento de restauración y conservación de la Biblioteca Nacional, tercer piso. Es tres veces más grande que mi departamento. Me robaron el celular en la calle a la semana de ingresar, no me di cuenta. Hay una persona que duerme en el escalón a la entrada de la Biblioteca. Los de mantención la riegan temprano por la mañana. Hay personas que duermen a la entrada del metro católica, otras duermen en las orillas del techo del conjunto de locales de la plaza, que fue el suelo de las antiguas pasarelas verdes, donde ya no hay pasto.
Con los años, cruzando de tarde la Alameda, saludo a Pedro, que me recibe al entrar tantas veces en el bar Cantábrico, por las mañanas saludo a Manuel y los chiquillos de la librería, a veces me topo con conocidos, les sonrío, a veces cuando coincidimos miradas, saludo al señor que canta todo el día música antigua con micrófono para no aburrirse en su diminuto local de llaves, nos saludamos levantando nuestras manos con el señor de las colaciones, converso de más cosas con los cajeros del Unimarc, a la entrada de la torre 5, donde sigo habitando, hay un sin fin de plantas en maceteros, al entrar al departamento en el piso 18 me recibe mi gata Aurora con un ñau, mi hijo me habla de sus clases de informática, y tengo la esperanza en la diversión humana al escuchar cada cierto tiempo en el piso de arriba, el sonido con cierto ritmo de las patas del catre, cuando el vecino tiene sus encuentros.
Torre 5, barrio San Borja
Santiago de Chile, octubre 2025
Nota:
Estos escritos se relacionan con las dos obras que están al inicio. Las estoy exponiendo juntas, el 7 y 8 en el Festival de arte contemporáneo Santiago Sur (Casona Cultural de San Miguel) organizado por Fundación en Obra y este fin de semana del 20 y 21 de diciembre en Espacio Londres, Exposición colectiva de arte Hipervínculo, celebrando el Festival de aniversario de Mercado Londres..







































