A Rodrigo
Me estoy agachando. De eso me doy cuenta antes de ponerme a escribir y me enderezo. Hace una semana le comentaba a Pamela que siento que acepté que se me fue la juventud física, que ya eso no regresará y que estoy envejeciendo, tomando conciencia que empieza el camino de regresar a donde tiene que irse, aunque queden varias décadas. Si antes, cuando joven, pensaba que la muerte me llegaría de vieja, hace un tiempo ya que le vengo teniendo respeto, por no decirle miedo. Hoy volví a preguntarme tantas cosas, y también a quedarme quieta ante la muerte.
Hoy me di cuenta, en la banca de la iglesia, que me estaba agachando, pero puedo aún volver a enderezarme.
Ya van unas horas que despedimos con tantas personas en la iglesia a Rodrigo Moren, compañerito lindo de la Universidad y amigo librero de la naturaleza. Pienso en él y digo compañerito lindo. Mientras caminábamos de vuelta con Cristian y Pame, ya yéndose la carroza rumbo al cementerio, les comenté que mientras se hacía la misa, yo me imaginaba a Rodrigo enamorado, me dio tanta ternura y lo imaginé amando a Vero, a sus hijos, a sus libros, a su querida librería, con toda su entrega iluminando vidas. Creo que él era de esas personas tan escasas, como un animalito protegido por la naturaleza, donde habitaron en él el gesto y la palabra de amor, al mismo tiempo. En cada encuentro, a lo largo de tantos años que pudimos coincidir siempre fueron llenos de cariño y así él fue con tantas personas, de eso nos dimos cuenta hoy en la iglesia repleta y en los cientos de mensajes de despedida que leí publicados en la red. Es lamentable sentir que la vida se le va tan bruscamente a un hombre bueno, por más palabras de consuelo que aparezcan al despedirlo, imagino encontrarme con él ya viejitos y decirnos ¡Estamos igual, sólo que más viejos!
Fuerza a Vero, fuerza a su madre, fuerza a sus hijos, fuerza a sus mejores amigos, familiares y seres queridos. Fuerza a su bella familia: librería Libro verde.
Gracias a la vida por haberme encontrado con Rodrigo.